Hace unas semanas estaba yo terminando algunos detalles para poner en marcha el Club de Fundraising, sentado en un café de Buenos Aires, lugar adonde la inspiración y la capacidad de concentración fluyen con el mismo ritmo con que me libero de las demandas multitemáticas de mis cuatro hijos en mi casa, adonde, por su parte, resulta imposible lograr concentración.
Mi tarea consistía en revisar y encontrar contenido apropiado para este mismo sitio que estás leyendo: notas, casos, campañas, claves… editando, o traduciendo donde era necesario a fin de favorecer un espacio como éste.
Mientras alejaba mi vista de la pantalla para tomar un sorbo de café, pensaba en los quince años que llevo dedicándome al fundraising, en todo el crecimiento que tuve, tanto a nivel personal como profesional, en todas las personas que conocí durante este tiempo. Y me detuve particularmente en un detalle, que seguramente compartirás conmigo: nuestra actividad, en esta región del mundo, puede ser casi invisible. No es fácil explicar a parientes y amigos lo que hace un fundraiser, muchos lo imaginan como una actividad voluntaria o poco profesional. Poca gente imagina un equipo profesional detrás de las campañas. Obviamente la pauta publicitaria que uno puede lograr para una organización en Latinoamérica muchas veces depende de espacios cedidos, donados por los medios, en horarios de baja visibilidad. Y como consecuencia, todo el esfuerzo que uno hace… prácticamente no se ve.
Las primeras campañas en las que trabajé allá por 2001 (cuando aún no había YouTube ni Facebook) eran un recurso enorme en tiempo y esfuerzo, muchas veces de voluntarios tanto de un lado como del otro de las cámaras, para que se viera un lunes a las 10 de la mañana y se repitiera una vez en esa semana.
En medio de mis elucubraciones, un miércoles a las 7 de la tarde en Buenos Aires levanté la vista y vi en el televisor del café adonde estaba, un aviso de Médicos Sin Fronteras filmado y producido durante mi gestión a cargo del equipo de fundraising de esa organización. ¡Un aviso mío, en otras palabras!
Un aviso que ya tiene algunos años, pero que sigue siendo efectivo. ¡Qué profunda emoción! De algún modo sentí que había un antes y un después en el fundraising profesional de mi país. De un 2001 en el que las acciones de captación eran casi invisibles, hasta un 2015 en el que es normal toparse con un aviso de solicitación a las 7 de la tarde en un canal abierto.
¡Gracias! Fue una brisa de aire fresco. Fue darme cuenta de que, mientras estaba ocupado tratando de cambiar el mundo desde mi humilde lugar, el mundo, un poquito, ¡había cambiado!