El problema de la «financiaciñon colectiva» (crowdfunding) es el nombre. «Colectivo» es algo anónimo y amorfo. Un gran bulto de extraños. Nadie tiene una relación con una multitud, con alguien colectivo.
Antes de pedir dinero es una buena idea que entables una relación con las personas a las que les vas a pedir. Ellos son tu tribu. Las tribus son comunidades. Son confiables. Tienen líderes que aglutinan individuos. Trabajan juntas por el bien común. La tribu se vuelve parte de la identidad indvidual.
Ya no la llamaré «financiación colectiva»: la llamaré «financiación tribal» (tribefunding).
Cuando en Dignity in Dying lanzamos nuestra primera campaña de financiación tribal, superamos los objetivos. ¿Por qué? Creo que hay varias razones. Por un lado, le dimos un foco y subrayamos la conexión con el porqué de Dignity in Dying (nuestro propósito). Por otro, la enmarcamos en una campaña mayor y más significativa, en apoyo a Assisted Dying Bill. Quizás lo más importante es quién apoyó nuestra campaña: el 85% de las donaciones vinieron de datos de correo electrónico preexistentes y redes sociales, la mayor parte de ellos de nuestra lista de mails. O, para decirlo de otro modo, aquellas personas con las que nos comunicábamos más y de manera más personal fueron las más propensas a donar. Nuestros destinatarios no eran un «colectivo» sino nuestra tribu.
Apoyar a esa causa decía algo de cada uno de los donantes, y los reunía en un objetivo común: «He hablado con mi superior pero él no apoya esta causa. Gracias por darme voz…» (Un miembro de nuestra tribu.)
Esta campaña fue mucho más que dinero para cartelería. Fue darles a las personas una voz. Fue parte de nuestra misión. Po eso no llamamos a la campaña: «Ayñudanos a financiar 10 carteles», sino «Ayúdanos a arreglar nuestra ley defectuosa sobre muerte asistida».
Un dia, con el apoyo de nuestra tribu, lo lograremos.
Adaptación al español: Club de Fundraising.
- Autor: David Pearce
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- Fuente: fundraising.co.uk