Leyendo el posteo de hace unas semanas, sobre Vivir con FanReiser, me vino a la mente mi propia experiencia, y sobre todo, la del difícil desafío de poner nombre a mi trabajo.
Cuando comencé mi carrera, en mi país no estaba bien visto usar términos en inglés, de modo que me pusieron el nobiliario título de «Coordinadora de Procuración de Fondos«. Claro, sonaba hermoso en mi tarjeta, y en la firma de mi correo, pero ¿en el lenguaje coloquial? ¿Cuando me presentaba ante alguien, ya sea en el ámbito laboral o en el personal? Bueno, yo misma comencé a ponerme nombres más sencillos de entender, como «recaudadora«, aunque este sonaba a impuestos. También decía: «soy la que pide para causas sociales«, aunque este último sonaba a mendigo… ¡Es que el inglés en algunas cosas es tanto más práctico!
Afortunadamente con el cambio de siglo, en Colombia empezó a aceptarse más el inglés, acaso también con la llegada de toda la terminología de Internet. Y así fue que decir «fundraiser» pasó a ser más aceptado. En el sector claro que era sencillo, pero… ¿fuera de él? ¿Y entre la gente que no dominaba el ingles? ¿O que no lo escribía bien?
Me han dicho fundriser, funreiser, fanreiser (¿levantadora de fanáticos?), y hasta se han dirigido a mí por un apellido inventado, tal vez a la medida de mi profesión: ¡me han dirigido una carta a nombre de Sra. van Reyser!
Pero tal vez la forma más insólita con la que alguien se ha dirigido a mi actividad, fue Fan Ray (pronunciado así: fan-rai).
¿Y la foto que ilustra este posteo? Pues por algún motivo, al pensar en Fan Ray, mi cabeza piensa en una conocida marca de anteojos.